Paranoias a deshoras

Queridos gorrocópteros cretenses (que no cretinos),
¡Benditos sean los campos mórficos! ¡Benditas las teorías físicas que se interrelacionan con conceptos filosóficos para, finalmente, pensar que todo está relacionado! Que, afortunadamente, no existen las casualidades.
Un paso involuntario de un australiano que bucea para ver los corales, nos afecta, nos modifica o cambia las cosas de manera irreparable. Y así, curiosamente, podemos ser felices.
Y, en ese estado, nadie está exento de la bipolaridad; el sujeto que alcanza la felicidad de forma sorprendente e inesperada, pasa por varios estadios:

1. El gran incrédulo. "No puede ser, voy a asegurarme"
2. El gran débil, porque todo le parece "¡muy fuerte!" en todas sus posibles variedades "¡acho, tío qué fuerte!" "Dios, qué fuerte", "no me lo puedo creer, ¡es muy fuerte!"....
3. El gran llorón, porque, si la felicidad es realmente inesperada e intensa, la voz tiembla, gritas mucho, haces bailes extraños, cantas y, en medio de todo, lloras de emoción o tienes sensación de ello.
4. El gran repetidor. Todo lo dices igual, las mismas palabras y razonamientos se pueden mencionar cerca de 1500 veces y aún no es suficiente.
5. La relativa calma.

Y, como veíamos en la entrada de nuestra cariátide favorita, la felicidad existe y sólo por esos momentos bipolares de consternación y euforia, merece la pena seguir adelante, pese a que Tizziano Ferro se haya cambiado de acera :)

Ahora, miel para nuestros oídos, dedicada a los nuevos gorrocópteros que se han alistado en esta gran locura y a la socia jefa.